Juan Luis Linares: evocando algunos de sus aportes
(Percy Medrano Saavedra[1])
La Paz, noviembre de
2016
Juan
Luis Linares Fernández, medico, psicólogo y doctor en medicina español, es
calificado como uno de los terapeutas sistémicos más prolíficos. Ha creado y
dirige la Escuela de Terapia Familiar y de la Unidad de Psicoterapia del
Hospital de la Sta. Cruz y San Pablo de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Es además investigador y docente de distintos programas (Escola de teràpia familiar Sant Pau, 2016) .
Juan
Luis, ha realizado distintos aportes fundamentales a la teoría y práctica de la
terapia familiar sistémica. Sin embargo, se considera como aporte principal el
diagnóstico psicopatológico que propone en relación a la propuesta tradicional
norteamericana (DSM-IV), pues incluye un diagnóstico relacional (Macías, 2012) . Lo que no
reemplaza, sino adhiere.
En
tal sentido, Juan Luis Linares parte de la experiencia subjetiva del ser humano
en ser amado, a lo que denomina nutrición
relacional. Y es partir de esto propone la construcción de la personalidad,
que define como “la dimensión individual
de la experiencia relacional acumulada, en diálogo entre pasado y presente, y
encuadrada por un substrato biológico y por un contexto cultural” (Linares, s.f.) , Esta definición
señala que además de lo individual, relacional, narrativo y cultural; el
componente biológico genético es inevitable; es decir, no todo se explica
relacionalmente.
Retomando
el planteamiento de Linares como nutrición
emocional, El amor es un fenómeno relacional complejo que incorpora
elementos cognitivos y pragmáticos a los componentes emocionales. En tal
sentido, existe: un ser, sentir y hacer amoroso. Los cuales se dirigen a una
persona y esta debe sentirlo así. El resultado de este proceso es llamado nutrición relacional. Esto es la
conciencia de ser amado (Linares, 2012) .
La
nutrición relacional (Ob. Cit.), permite
la construcción de la personalidad y sus bloqueos parciales pueden producir
alteraciones. Asimismo, esta tiene diferentes componentes como ser:
a. El reconocimiento.
Componente cognitivo del amor, que consiste en la aceptación de la existencia
del otro, donde el niño tiene sus necesidades propias y distintas a las de sus
padres. Y si faltara reconocimiento de manera permanente se convierte en desconfirmación, como la percepción de
la no existencia propia en términos relacionales; esto último puede acusar
limitantes importantes en la construcción de las personalidad (Linares, 2006) .
b. La
valoración. Componente cognitivo del amor que reside en apreciar las cualidades
del otro desde figuras relevantes del entorno relacional. La falta de esta es
la desvalorización que suele presenta
para autoafirmarse, por ejemplo en casos de discriminación y racismo (Linares,
2012) .
c. El
cariño y la ternura. El componente emocional más importante en la relación
parento-filiar. “Son sentimientos de entrega y de disponibilidad para el otro,
por quién se haría cualquier cosa” (p. 63). La falta de esto conlleva a la indiferencia,
pero es más común que se inviertan estas emociones, y en el plano
parento-filiar por ejemplo se presente como irritación e hipercriticismo (común
en contextos triangulados). “En todo caso una personalidad madura no puede
construirse sin los aportes emocionales de la nutrición relacional, que son el
cariño y la ternura” (Linares, 2006, pág. 167) .
d. Por
otra parte, como dimensión pragmática en la nutrición relacional esta la sociabilización, que supone el
compromiso de los padres a garantizar la viabilidad social de sus hijos. Esta
tiene dos vertientes, la protección (defensa de los padres a sus hijos ante
agresiones sociales), y la normatividad (enseña a los hijos a respetar a la
sociedad).
Ahora
bien, el exceso de protector o normativo conlleva a situaciones patológicas.
Como se muestra en el Cuadro 1 (Linares, Terapia Familiar ultramoderna; La inteligencia terapéutica,
2012) .
Cuadro 1
|
Hiponormatividad
|
Hipernormatividad
|
Desprotección
|
Familia
multiproblemática
|
Depresión mayor
|
(Pseudo)
Hiperprotección
|
Trastorno límite de
la personalidad
|
Trastornos neuróticos
y psicóticos
|
Por
otra parte, reflexionando en la relación parento-filiar, Linares (2012), señala que es en
contexto donde se generan los principales trastornos
psicopatológicos. Por lo que propone focalizar la atmósfera relacional de la
familia de origen a travez de dos dimensiones fundamentales: la conyugalidad y
la parentalidad (Linares & Campo, 2000) .
La
conyugalidad es entendida como la manera en que afrontan los conflictos
inherentes al ejercicio compartido de la gestión de los hijos, presentada como
un continuum con un polo ideal de armonía y el otro extremo de disarmonía (Linares,
2012) .
La conyugalidad se fundamenta en una reciprocidad cognitiva, emocional y
pragmática, exigiendo entonces un ejercicio de dar y recibir de forma
equilibrada e igualitaria (Linares, 2006) .
La
parentalidad refiere a las funciones parentales (amor complejo, nutrición
relacional). Descrita en el continuum entre dos polos, el de conservación
primaria y al otro extremo deterioro primario (Linares, Terapia Familiar
ultramoderna; La inteligencia terapéutica, 2012) . Se apoya en una
relación complementaria y lineal de los padres hacia los hijos, Puesto que el
dar y recibir no pueden ser equilibrados, a los hijos es tocara devolver en las
próximas generaciones (Linares, 2006) .
Estas
dos dimensiones al cruzarse enmarcan cuatro cuadrantes. Cuatro modalidades
posibles de familia, donde:
El
cuadrante I, Funcionalidad, es donde se presenta parentalidad primariamente
conservada y conyugalidad armoniosa, brinda mayores posibilidades de ofrecer
una nutrición relacional satisfactoria. En esta cuadrante los padres tienen
capacidades de resolver adecuadamente sus conflictos como pareja y crían a sus
hijos de manera amorosa en los niveles cognitivo, emocional y pragmático (Linares, 2006) .
En
el cuadrante II, se configuran las familias trianguladoras,
donde se combina una conyugalidad disarmónica con una parentalidad
primariamente conservada. Es decir, familias donde los padres cubren las
necesidades nutricias de sus hijos. Pero sin embargo, no pueden resolver sus
conflictos conyugales tendiendo a triangular a los hijos (Ob. Cit.).
En
el cuadrante III, se establecen familias con deprivación, donde los padres no presentan problemas relevantes en
lo conyugal, pero sin embargo muestran incompetencias en la parentalidad. Son
familias que suelen brindar modelos positivos de socialización (a veces
excesiva normatividad), atienden las necesidades materiales de los hijos pero
no sus necesidades nutricias pues están más atentos a las suyas como pareja
(Ob. Cit.).
En
el cuadrante IV, se establecen familias caóticas, cuando las dos dimensiones
presentan deterioro. Son familias con graves carencias nutricias, donde se
exponen a los hijos a toda clase de riesgos y presentan problemas de
socialización (Ob.Cit.).
Y
es a partir de estas configuraciones que Linares desarrolla su propuesta de
diagnóstico relacional que incluye por ejemplo los trastornos de personalidad,
trastornos psicóticos, trastornos neuróticos, depresión mayor (Linares & Campo, 2000) y trastornos de la
vinculación social donde incluye trastornos de personalidad y familias
multiproblemáticas.
Por
otra parte Linares (2012), en una de sus últimas publicaciones, presenta una autocrítica
importante sobre la terapia familiar, situándola como postmoderna[2],
con la idea de que no existe la realidad relacional única y objetivamente
descubrible, sino que estas se construyen desde la subjetividad. Sin embargo, y
pasando por el constructivismo y socio-construccionismo y todas sus vicisitudes
y ante la sensación de que estas se agotan, plantea la terapia familiar
ultramoderna[3].
Diseña
entonces una serie de características importantes que hacen del terapeuta
familiar ultramoderno (Ob. Cit.), como ser:
-
Acepta con naturalidad
el rol de experto. Rol que asume que
con respeto y es importante que la familia sepa que el (la) terapeuta “sabe”,
pero no utilizará este saber para imponer y manipular a la familia hacia
caminos que esta no quiere.
-
Asume responsabilidad y
pide responsabilidad. El terapeuta asume
por su expertez que tiene responsabilidad con la familia a tiempo de estar
consciente de que existen límites en lo que sabe y hace. De igual forma exige a
los miembros de la familia corresponsabilidad en sus actos; facilitando la
autocrítica y sin vacilar ante errores o malentendidos y sin ser inquisidor.
-
Recuperación del cierto
objetivismo (sin retornar al positivismo moderno). Por tanto, retorna al
diagnóstico psicopatológico como guía y en términos relacionales.
-
Se reivindica la
causalidad lineal para múltiples interacciones cotidianas, sin renunciar a la
circularidad.
-
Rescata el usarse a sí
mismo, ama a los pacientes y a las familias, incluyendo a maltratadores que se
perciben como víctimas. El terapeuta siente y su subjetividad emocional es un
legítimo recurso terapéutico.
-
Al acabar con el
dogmatismo postmoderno, abre las ventanas del territorio sistémico.
-
Desarrolla inteligencia
terapéutica. Desde el sentido común, la
honestidad intelectual y un proceso
razonable de formación.
Referencias
Escola de teràpia familiar Sant Pau. (14 de Noviembre de 2016). Obtenido de
http://etfsantpau.com/juan-luis-linares/
Linares, J. L.
(2006). Una revisión relacional de los trastornos de personalidad. En A. R., Terapia
familair y de pareja (págs. 166-178). Santiago: Mediterráneo.
Linares, J. L.
(2012). Terapia Familiar ultramoderna; La inteligencia terapéutica.
Barcelona: Herder.
Linares, J. L.
(s.f.). Red Sistémica. Recuperado el 23 de octubre de 2016, de
http://www.redsistemica.com.ar/personalidad.htm
Linares, J. L.,
& Campo, C. (2000). Tras la honorable fachada. Barcelona: Paidós.
Macías, F. J.
(2012). Herder Editorial. Recuperado el 15 de Noviembre de 2016, de
http://mail.herdereditorial.com/media/3834/mosaico_julio20130001.pdf
[2] Como antecedente Linares (2012), hace
referencia al impacto en la psicoterapia del “Principio de incertidumbre” de
Werner Heinsenberg (1927) con la idea de que es imposible conocer algo siendo objetivos; lo cual inspiró al giro
postmoderno. De igual forma señala que
este giro se inspiró Wittgenstein al dar importancia al lenguaje en la
legitimización de lo subjetivo.
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