miércoles, 15 de marzo de 2017

Juan Luis Linares: evocando algunos de sus aportes



Juan Luis Linares: evocando algunos de sus aportes
(Percy Medrano Saavedra[1])
La Paz, noviembre de 2016


Juan Luis Linares Fernández, medico, psicólogo y doctor en medicina español, es calificado como uno de los terapeutas sistémicos más prolíficos. Ha creado y dirige la Escuela de Terapia Familiar y de la Unidad de Psicoterapia del Hospital de la Sta. Cruz y San Pablo de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es además investigador y docente de distintos programas (Escola de teràpia familiar Sant Pau, 2016).
Juan Luis, ha realizado distintos aportes fundamentales a la teoría y práctica de la terapia familiar sistémica. Sin embargo, se considera como aporte principal el diagnóstico psicopatológico que propone en relación a la propuesta tradicional norteamericana (DSM-IV), pues incluye un diagnóstico relacional (Macías, 2012). Lo que no reemplaza, sino adhiere.
En tal sentido, Juan Luis Linares parte de la experiencia subjetiva del ser humano en ser amado, a lo que denomina nutrición relacional. Y es partir de esto propone la construcción de la personalidad, que define como “la dimensión individual de la experiencia relacional acumulada, en diálogo entre pasado y presente, y encuadrada por un substrato biológico y por un contexto cultural” (Linares, s.f.), Esta definición señala que además de lo individual, relacional, narrativo y cultural; el componente biológico genético es inevitable; es decir, no todo se explica relacionalmente.
Retomando el planteamiento de Linares como nutrición emocional, El amor es un fenómeno relacional complejo que incorpora elementos cognitivos y pragmáticos a los componentes emocionales. En tal sentido, existe: un ser, sentir y hacer amoroso. Los cuales se dirigen a una persona y esta debe sentirlo así. El resultado de este proceso es llamado nutrición relacional. Esto es la conciencia de ser amado (Linares, 2012).
La nutrición relacional (Ob. Cit.), permite la construcción de la personalidad y sus bloqueos parciales pueden producir alteraciones. Asimismo, esta tiene diferentes componentes como ser:
a.       El reconocimiento. Componente cognitivo del amor, que consiste en la aceptación de la existencia del otro, donde el niño tiene sus necesidades propias y distintas a las de sus padres. Y si faltara reconocimiento de manera permanente se convierte en desconfirmación, como la percepción de la no existencia propia en términos relacionales; esto último puede acusar limitantes importantes en la construcción de las personalidad (Linares, 2006).
b.      La valoración. Componente cognitivo del amor que reside en apreciar las cualidades del otro desde figuras relevantes del entorno relacional. La falta de esta es la desvalorización que suele presenta para autoafirmarse, por ejemplo en casos de discriminación y racismo (Linares, 2012).
c.       El cariño y la ternura. El componente emocional más importante en la relación parento-filiar. “Son sentimientos de entrega y de disponibilidad para el otro, por quién se haría cualquier cosa” (p. 63). La falta de esto conlleva a la indiferencia, pero es más común que se inviertan estas emociones, y en el plano parento-filiar por ejemplo se presente como irritación e hipercriticismo (común en contextos triangulados). “En todo caso una personalidad madura no puede construirse sin los aportes emocionales de la nutrición relacional, que son el cariño y la ternura” (Linares, 2006, pág. 167).
d.      Por otra parte, como dimensión pragmática en la nutrición relacional esta la sociabilización, que supone el compromiso de los padres a garantizar la viabilidad social de sus hijos. Esta tiene dos vertientes, la protección (defensa de los padres a sus hijos ante agresiones sociales), y la normatividad (enseña a los hijos a respetar a la sociedad).
Ahora bien, el exceso de protector o normativo conlleva a situaciones patológicas. Como se muestra en el Cuadro 1 (Linares, Terapia Familiar ultramoderna; La inteligencia terapéutica, 2012).
Cuadro 1

Hiponormatividad
Hipernormatividad
Desprotección
Familia multiproblemática
Depresión mayor
(Pseudo)
Hiperprotección
Trastorno límite de la personalidad
Trastornos neuróticos y psicóticos

Por otra parte, reflexionando en la relación parento-filiar, Linares (2012), señala que es en contexto donde se generan los principales trastornos psicopatológicos. Por lo que propone focalizar la atmósfera relacional de la familia de origen a travez de dos dimensiones fundamentales: la conyugalidad y la parentalidad (Linares & Campo, 2000).
La conyugalidad es entendida como la manera en que afrontan los conflictos inherentes al ejercicio compartido de la gestión de los hijos, presentada como un continuum con un polo ideal de armonía y el otro extremo de disarmonía (Linares, 2012). La conyugalidad se fundamenta en una reciprocidad cognitiva, emocional y pragmática, exigiendo entonces un ejercicio de dar y recibir de forma equilibrada e igualitaria (Linares, 2006).
La parentalidad refiere a las funciones parentales (amor complejo, nutrición relacional). Descrita en el continuum entre dos polos, el de conservación primaria y al otro extremo deterioro primario (Linares, Terapia Familiar ultramoderna; La inteligencia terapéutica, 2012). Se apoya en una relación complementaria y lineal de los padres hacia los hijos, Puesto que el dar y recibir no pueden ser equilibrados, a los hijos es tocara devolver en las próximas generaciones (Linares, 2006).
Estas dos dimensiones al cruzarse enmarcan cuatro cuadrantes. Cuatro modalidades posibles de familia, donde:
El cuadrante I, Funcionalidad, es donde se presenta parentalidad primariamente conservada y conyugalidad armoniosa, brinda mayores posibilidades de ofrecer una nutrición relacional satisfactoria. En esta cuadrante los padres tienen capacidades de resolver adecuadamente sus conflictos como pareja y crían a sus hijos de manera amorosa en los niveles cognitivo, emocional y pragmático (Linares, 2006).
En el cuadrante II, se configuran las familias trianguladoras, donde se combina una conyugalidad disarmónica con una parentalidad primariamente conservada. Es decir, familias donde los padres cubren las necesidades nutricias de sus hijos. Pero sin embargo, no pueden resolver sus conflictos conyugales tendiendo a triangular a los hijos (Ob. Cit.).
En el cuadrante III, se establecen familias con deprivación, donde los padres no presentan problemas relevantes en lo conyugal, pero sin embargo muestran incompetencias en la parentalidad. Son familias que suelen brindar modelos positivos de socialización (a veces excesiva normatividad), atienden las necesidades materiales de los hijos pero no sus necesidades nutricias pues están más atentos a las suyas como pareja (Ob. Cit.).
En el cuadrante IV, se establecen familias caóticas, cuando las dos dimensiones presentan deterioro. Son familias con graves carencias nutricias, donde se exponen a los hijos a toda clase de riesgos y presentan problemas de socialización (Ob.Cit.).
Y es a partir de estas configuraciones que Linares desarrolla su propuesta de diagnóstico relacional que incluye por ejemplo los trastornos de personalidad, trastornos psicóticos, trastornos neuróticos, depresión mayor (Linares & Campo, 2000) y trastornos de la vinculación social donde incluye trastornos de personalidad y familias multiproblemáticas.
Por otra parte Linares (2012), en una de sus últimas publicaciones, presenta una autocrítica importante sobre la terapia familiar, situándola como postmoderna[2], con la idea de que no existe la realidad relacional única y objetivamente descubrible, sino que estas se construyen desde la subjetividad. Sin embargo, y pasando por el constructivismo y socio-construccionismo y todas sus vicisitudes y ante la sensación de que estas se agotan, plantea la terapia familiar ultramoderna[3].
Diseña entonces una serie de características importantes que hacen del terapeuta familiar ultramoderno (Ob. Cit.), como ser:
-        Acepta con naturalidad el rol de experto. Rol que asume que con respeto y es importante que la familia sepa que el (la) terapeuta “sabe”, pero no utilizará este saber para imponer y manipular a la familia hacia caminos que esta no quiere.
-        Asume responsabilidad y pide responsabilidad.  El terapeuta asume por su expertez que tiene responsabilidad con la familia a tiempo de estar consciente de que existen límites en lo que sabe y hace. De igual forma exige a los miembros de la familia corresponsabilidad en sus actos; facilitando la autocrítica y sin vacilar ante errores o malentendidos y sin ser inquisidor.
-        Recuperación del cierto objetivismo (sin retornar al positivismo moderno). Por tanto, retorna al diagnóstico psicopatológico como guía y en términos relacionales.
-        Se reivindica la causalidad lineal para múltiples interacciones cotidianas, sin renunciar a la circularidad.
-        Rescata el usarse a sí mismo, ama a los pacientes y a las familias, incluyendo a maltratadores que se perciben como víctimas. El terapeuta siente y su subjetividad emocional es un legítimo recurso terapéutico.
-        Al acabar con el dogmatismo postmoderno, abre las ventanas del territorio sistémico.
-        Desarrolla inteligencia terapéutica. Desde el sentido común, la honestidad intelectual y un proceso razonable de formación.




Referencias

Escola de teràpia familiar Sant Pau. (14 de Noviembre de 2016). Obtenido de http://etfsantpau.com/juan-luis-linares/
Linares, J. L. (2006). Una revisión relacional de los trastornos de personalidad. En A. R., Terapia familair y de pareja (págs. 166-178). Santiago: Mediterráneo.
Linares, J. L. (2012). Terapia Familiar ultramoderna; La inteligencia terapéutica. Barcelona: Herder.
Linares, J. L. (s.f.). Red Sistémica. Recuperado el 23 de octubre de 2016, de http://www.redsistemica.com.ar/personalidad.htm
Linares, J. L., & Campo, C. (2000). Tras la honorable fachada. Barcelona: Paidós.
Macías, F. J. (2012). Herder Editorial. Recuperado el 15 de Noviembre de 2016, de http://mail.herdereditorial.com/media/3834/mosaico_julio20130001.pdf





[1] Psicólogo – Psicoterapeuta; Coordinador General TRASCIENDE
percymedrano@gmail.com
[2] Como antecedente Linares (2012), hace referencia al impacto en la psicoterapia del “Principio de incertidumbre” de Werner Heinsenberg (1927) con la idea de que es imposible conocer algo siendo objetivos; lo cual inspiró al giro postmoderno.  De igual forma señala que este giro se inspiró Wittgenstein al dar importancia al lenguaje en la legitimización de lo subjetivo.
[3] Apoyándose en la propuesta el Ultramodernismo (Marina, 2000 en Linares, 2012)

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