PSICOTERAPIA
Y DISFUNCIONALIDAD FAMILIAR
Por:
Lic. Esp. Shirley Inchauste García
INTRODUCCIÓN
El presente ensayo analiza la aplicación de
la psicoterapia familiar desde el modelo propuesto por Virginia Satir. El planteamiento
de la autora especializada en terapia familiar, se relaciona con la disfuncionalidad
en una pareja y/o en una familia. De acuerdo a su experiencia dentro de la
psicoterapia nos explica cómo podemos determinar como terapeutas si una familia
o pareja es disfuncional.
Baja autoestimación, comunicación verbal,
no verbal, contradicciones, doble vínculo y el triángulo familiar son algunos
aspectos que considera la autora, aplicando la psicoterapia familiar en el
análisis del funcionamiento de la familia.
Virginia Satir se refiere también a las
técnicas, procedimientos y estrategias a ser utilizadas para el desarrollo de
una adecuada psicoterapia familiar. Haciendo uso de ejemplos prácticos para
hacer una demostración real de su teoría.
Según Satir
(1983), el sistema familiar es el principal contexto de aprendizaje para la
conducta, los pensamientos y los sentimientos del individuo. De esa
forma la psicoterapia familiar surge a raíz de que los terapeutas descubrieran
que, al tratar de cambiar la forma de funcionar de un miembro de la familia, en
realidad estaban tratando de cambiar la forma de funcionar de toda la familia.
La
homeostasis familiar, se da cuando todos los miembros de la familia procuran
obtener un equilibrio en las relaciones. Siempre la relación conyugal influirá
en el carácter de la homeostasis familiar, tomando en cuenta que la relación
conyugal es el eje principal de todas las relaciones familiares. Es un proceso
a través del cual la familia equilibra las fuerzas que existen dentro de sí
misma para lograr unidad y orden funcional (Satir,
ob cit).
La teoría familiar postula
que las fuerzas exteriores son importantes principalmente porque afectan a los
padres, ya que son ellos los que enseñan por medio de palabras y actos el
significado principal que las fuerzas exteriores tendrán para la familia. Si
los padres, como pareja están desilusionados el uno del otro y por ello se
sienten molestos, confusos, vacíos y desesperanzados, cualquier tensión externa
tendrá un impacto mucho mayor (ob cit).
Si los conyugues como
individuos, no integraron lo que aprendieron en sus propias familias, sentirán
que es especialmente difícil lograr una integración marital que les permita dar
mensajes claros y consistentes a sus hijos. También distorsionaran o malinterpretaran
la influencia exterior con la finalidad de mantener su autoestimación
tambaleante (ob cit).
En ese sentido los padres con
autoestimación baja y considerando cada uno al otro como una extensión de sí
mismo, fallan en dar al compañero lo que éste esperaba y no logran tampoco
recibir de él lo que pretendían. Esto aumenta su sentimiento de baja
autoestimación, desilusionándose y decepcionándose ambos (ob cit).
Es así que en muchos casos
consideran al hijo como vehículo para mantener su propia estimación como
personas y más específicamente como padres, para ello desean que el niño quiera
lo que ellos querían cuando eran jóvenes, si el hijo no quiere las mismas cosas
se decepcionan. Desean que el niño piense como ellos. Consideran que hay que
darle todo para compensar las privaciones que ellos sufrieron y si el niño no
se muestra agradecido, se decepcionan (ob cit).
Surgen dificultades cuando un
cónyuge enfrenta los deseos del otro y el niño se encuentra atrapado entre
exigencias conflictivas, entonces puede suceder que cada padre vea al niño como
un posible aliado contra el otro cónyuge, o como mensajero o eventual
apaciguador del otro conyugue. De esa forma, el deseo que cada progenitor tiene
de que el hijo sea una extensión de sí mismo, se ve amenazado por los deseos
del otro progenitor y comienzan ambos padres a querer colocarlo de su lado en
contra del otro. Ambos padres pelean entre sí para obtener un lugar de
preferencia ante el niño, dando lugar a la triangulación del mismo (ob cit).
El padre del mismo sexo que
el niño lo verá como a un ser que
potencialmente le pertenece más. El padre del sexo distinto al del niño lo verá
como a un ser que potencialmente se convertirá en alguien igual al conyugue y
temerá que el hijo se vuelva contra él. Esto provocará que dicho padre trabaje
más intensamente para atraer al niño a su lado e intente compensar con el hijo
las deficiencias en la relación conyugal (ob cit).
Es así que el hijo se vuelve
un peón en la guerra de los sexos de sus padres, viéndolo el padre del sexo
igual al del niño como un competidor potencial. Esto se da especialmente en
familias disfuncionales porque ambos conyugues ya se sentían inseguros acerca
de su propia valía ante los ojos del otro, por lo tanto ya tenían miedo de ser excluidos.
A un niño le afecta mucho cuando uno de sus padres lo menosprecia o menosprecia
al otro progenitor, o le pide que se alíe a él en contra del otro padre (ob
cit).
Satir
(1983), se refiere al paciente identificado o PI, como el hijo que manifiesta
en síntomas la disfuncionalidad de la relación conyugal de los padres y cumple
una función familiar e individual. Es quien trata de cambiar la forma de actuar
de todos, por lo tanto cuando se le instaba a que aumentara sus esfuerzos por
el cambio, solo se lograba que recibiera críticas más intensas de toda la
familia, lo que hacía que se sintiera más angustiado y menos capaz.
El PI internaliza los conflictos
conyugales, lo que le dificulta en lo posterior mantener relaciones hombre-mujer
satisfactorias. Continúa repitiendo esas conductas disfuncionales que vio en
sus padres hasta mucho después de su emancipación e incluso muerte de sus
padres. Asimismo, su etiqueta de “malo”, “diferente” o “enfermo”, solo refuerza
su creencia de que él no vale la pena, por lo tanto, siente baja autoestimación
(Satir,
ob cit).
El lugar numérico que el hijo
ocupe en la familia puede estimular conflictos en los conyugues. Quizás el hijo
mayor se convierta en el PI simplemente porque fue el que llegó primero y como
tal es la primera alternativa que tienen los cónyuges una vez que aparece el
desencanto conyugal (ob cit).
Un niño aprende acerca de la
gente y sí mismo al interactuar con su familia y al observarla interactuar, por
lo tanto, cualquier familiar que tiene un PI se lo cataloga de disfuncional. Si
un miembro de la familia padece un dolor que se manifiesta en síntomas, todos
los miembros, en cierto grado reaccionarán ante este dolor (ob cit).
Satir (1983), a través de ejemplos sacados
de sesiones de terapia, muestra cómo influye la baja
autoestimación en la elección del compañero o compañera. Una persona con baja
autoestimacion tiene una gran sensación de ansiedad e inseguridad acerca de
ella misma. Posee grandes esperanzas acerca de lo que los demás pueden darle,
pero también grandes temores, por lo que su relación conyugal, en muchos casos,
duplicara o será opuesta a la relación que cada uno vio entre sus propios padres.
Las diferencias individuales
y desacuerdos que se dan a nivel de relación conyugal están referidos a que en
un inicio ninguno de los conyugues se dio cuenta que debía dar al mismo tiempo
que recibía. El dar lo hacía con mucho sacrificio porque ninguno de los dos en
realidad esperaba recibir del otro. El desacuerdo les recuerda a ambos
conyugues que el otro no es una extensión del propio yo sino un ser aparte (Satir, ob
cit).
La relación conyugal afecta los cuidados
parentales. Cuando los padres están cercanos emocionalmente, más atentos el uno
del otro de lo que cualquiera de los dos pudiera estar con el paciente, éste
mejora. Cuando cualquiera de los dos padres se ocupa emocionalmente más del
paciente que del cónyuge, el paciente inmediatamente muestra regresión (ob cit).
Respecto a la conyugalidad Satir
(1983), denota
que hay una diferencia marcada en una pareja con buena autoestimacion y una con
pobre autoestimacion. En una pareja con buena autoestimacion, cada uno puede
confiar en el otro, no ocurriendo así con la de pobre autoestimacion.
Otra diferencia es que cuando hay buena
autoestimacion en los cónyuges, cada uno ve las diferencias del otro como una oportunidad
para crecer, en cambio cuando hay pobre autoestimacion, cada diferencia la ven
como un problema en el otro. Una pareja con pobre autoestimacion necesita
aprender a afirmar sus propios pensamientos, deseos, sentimientos y
conocimientos sin destruir, invadir u obstruir al otro; con el fin de buscar
juntos un resultado adecuado para cada situación (Satir, ob cit).
Cuando hay pobre autoestima cada uno trata
de encubrir su desilusión, trata de ganarse, proteger o dar el gusto al otro
porque lo necesita para sobrevivir y hagan lo que hagan, se sienten desilusionados,
atormentados y defraudados. Mientras más encubierta e indirectamente se
comuniquen dos personas, más probable es que sean disfuncionales (ob cit).
Satir (1983), se refiere a la comunicación indicando que existe muchas veces un
mensaje de doble nivel que por sí mismo no produce conducta sintomática pero
bajo ciertas condiciones, en especial cuando se involucran los niños, si puede
producirlo. A este tipo de mensaje contradictorio lo denomina “doble vínculo”.
Para el niño que no sepa rechazar o
aclarar dichos mensajes existe una amenaza vital ya que en la dependencia de
sus padres si obedece a uno, desobedece al otro, por lo tanto, de manera
continua provoca el rechazo de sus padres. Debido a que el conflicto de los
mensajes está escondido y el niño no ha aprendido a verlo como el origen de su
perturbación, se vuelve la culpa contra sí mismo ya que no puede hacer algo que
contente a los dos padres. Como último recurso llega a responder él mismo en
forma encubierta utilizando el lenguaje de la protesta disfrazada que la
sociedad denomina conducta “loca” o “enferma” (Satir, ob cit).
Es así que se forma “el niño problema”,
que se verá frustrado porque en ningún momento podrá hacer lo correcto ni tener
éxito porque los padres le piden conductas contradictorias de forma tal que no
puede lograr sus objetivos. Si el niño se perturba demasiado puede producir un
síntoma que la familia no pueda esconder ni incorporarlo dentro del funcionamiento
familiar (ob cit).
Entonces lo que hace la familia es premiar
en forma encubierta la conducta perturbadora lo suficiente para compensar la
desaprobación oficial que el niño consigue comportándose así. Para ello, pueden
no cumplir las amenazas, retardar el castigo, mostrarse indiferentes al síntoma
o aceptarlo, asimismo, ofrecerle recompensas secundarias por el síntoma mismo (ob cit).
De esa forma el PI expresa en actos el
principal conflicto que existe dentro de los padres y entre los padres. Por lo
tanto, cuando el hijo adopta las características que los padres han inducido y
temen en ellos mismos y en el conyugue, el niño se vuelve el objeto de la
angustia parental y hace que las expectativas temidas se vuelvan realidad. Es
de esa manera que oficialmente responde como PI, es decir, como alguien
diferente, delincuente o enfermo. Los que lo rodean le prestan especial cuidado
y ayuda como si el problema se centrara principalmente en él (ob cit).
Esta forma de actuar contribuye a mantener
el sistema y su homeostasis. La atención disfuncional de los padres aumenta ya
que se sienten inadecuados y temen las críticas y las acusaciones. Es cuando la
comunidad responde con simpatía hacia los padres y esto solo corrobora la
creencia parental de que hay que preocuparse mucho por el PI (ob cit).
Cuando el dedo acusador se dirige hacia los
progenitores, la homeostasis familiar empieza a desintegrarse y es cuando ya no
vale la pena acusar al muchacho, es cuando se lanza acusaciones contra los
padres como si se tuviera que culpar al alguien por fuerza liberando al otro de
toda responsabilidad (ob cit).
Así el PI convierte a sus padres en
víctimas, les exige atención extra o ganancias secundarias por medio de
berrinches, periodos de aislamiento, huidas del hogar, episodios psicóticos,
etc. Esto proporciona al PI ser el foco de la preocupación parental,
eximiéndolo de asumir responsabilidades y la necesidad de enfrentarse a la
realidad pero acentúa el conflicto entre los esposos proyectando sobre el otro
la responsabilidad del síntoma del hijo (ob cit).
El PI no alivia el dolor de sus padres,
simplemente desvía la expresión de dichos sentimientos hacia él mismo,
permitiéndole los padres creer que sí puede aliviar su dolor y que él es esencial
en la relación de los esposos debido a esto el PI sufre una carga de otra idea
falsa de ser omnipotente (ob cit).
Respecto a la comunicación Satir
(1983), indica que una persona se comunica simultáneamente a través de sus
ademanes, su expresión facial, su postura, sus movimientos corporales, su tono
de voz e inclusive por la manera que está vestida. Por lo tanto, es imposible
no comunicarse, aunque estemos en silencio se comunica algo, en ese sentido,
los síntomas son una manera de comunicación no verbal. Asimismo, es importante
observar si la comunicación verbal que transmite la persona es congruente o
incongruente con su expresión no verbal.
Satir (1983),
considera que la enfermedad se deriva de métodos inadecuados para comunicarse,
referida a toda conducta interaccional y la psicoterapia es un intento de
mejorar dichos métodos de comunicación. También considera que todo individuo
aspira a la supervivencia, crecimiento y cercanía con otros y toda conducta
expresa esos objetivos, por muy distorsionada que parezca.
Satir (ob cit), indica que la conducta que
la sociedad llama loca, estúpida, mala o enferma, es en realidad un intento que
la persona afligida hace para enviar señales de que existe dificultad y es una
manera de pedir ayuda. El pensamiento y sentimiento están ligados entre sí y
por ello un ser humano puede aprender lo que no sabe y cambiar sus formas
inadecuadas de comentar y entender.
Por ello el papel del terapeuta es de ser
una persona con recursos y observador con experiencia, permaneciendo al mismo
tiempo fuera de la situación y de la lucha por el poder. Ve las interacciones,
observa a los individuos involucrados, por lo tanto tiene un punto de vista que
no tienen los demás, es imparcial acerca de lo que ve y escucha y sobre todo
puede informar acerca de lo que la familia misma no puede ver ni informar de sí
misma (ob cit).
De acuerdo con la autora, se
debe considerar que a las familias y parejas hay que verlas como sistemas con dinámica
propia que además no es estática sino cambiante con adaptaciones y
disfunciones. Son entidades vivas formadas por individuos que también cuenta
con su propia complejidad. Al entrar dos individuos en un vínculo que llamamos
pareja forma sus propias reglas, acciones y distorsiones en la comunicación. Se
establecen diversos tipos de relaciones y transacciones que por momentos se
tornan confusos que hasta los propios
miembros tanto de la pareja como de la familia no logran identificar.
Por ello, la psicoterapia
familiar a través de la observación del terapeuta permite que pueda ver cuáles
son las reglas de la familia y cuan consistentes son, esto se
reconoce al notar cuales son las actividades que la familia promueve, permite,
obstaculiza o prohíbe. De esa manera el terapeuta se convierte en el observador
experimentado que luego podrá intervenir para que esta familia logre una
nueva homeostasis o
equilibrio dinámico para llegar a interacciones más sanas y equilibradas.
El terapeuta los ayuda a liberarse lo
suficiente para ver al niño tal como es.
Aparecen entonces satisfacciones tanto para los padres como para el niño ya que
los hijos en forma desesperada desean dar gusto a sus padres y los padres también
quieren hacer el bien a sus hijos.
El
niño necesita tener un buen concepto de sí mismo en dos áreas: como una persona
hábil que puede valerse por sí misma y como una persona sexual. La valoración
puede implicar crítica y enseñanza al niño de que no es el centro del mundo ni
de sus padres, debe aprender a amoldarse a los requerimientos de la vida
familiar, a equilibrar sus propias necesidades con las de los demás y adaptarse
a las exigencias de la cultura.
La valoración es más efectiva cuando se la
expresa de forma natural. Ver las capacidades del niño, ayudarle a que exprese
dichas capacidades y mostrarle aprobación o desaprobación fundamentada. En este
aspecto el terapeuta debe estar alerta para observar la forma en que ambos
padres validan cada una de las capacidades de su hijo.
Un
niño desarrollará estimación con su propio sexo como persona sexual, sólo si
ambos padres validan la sexualidad del hijo. Para ello es necesario que se
identifique con su propio sexo y esa misma identificación debe incluir la
aceptación del otro sexo. La identificación sexual es el resultado de un
sistema de aprendizaje en el que intervienen tres personas: los padres que
validan la sexualidad del hijo a través de tratarlo como una persona sexual
pero lo validan principalmente cuando sirven como modelos de una relación
funcional y satisfactoria entre un hombre y una mujer.
Por todo lo expuesto, se puede ver que la
labor del terapeuta no es fácil, ya que primero tiene que despojarse de su
dolor para recibir el dolor de la familia. Ocuparse de que cada miembro vaya
haciéndose responsable de ese dolor y dejen de ser espectadores del PI.
Para ello el terapeuta debe ser un experto
observador y luego devolverles lo que vio en forma de palabras para que puedan
reconocer lo que no están haciendo bien y en ese sentido ser un promotor del
cambio en esta familia. El terapeuta creará su propio estilo de hacer terapia
utilizando las técnicas más adecuadas.
Considero importante tomar en cuenta que
dentro de la terapia debemos encontrar un estilo informal y amistoso ya que eso
ayuda a crear un clima propicio de esperanza y buena voluntad, así como
también, ayuda a bajar el nivel de ansiedad con que llega el paciente.
Asimismo, no escatimar en hacer preguntas,
aunque parezcan repetitivas o simples, ya que son parte central del proceso
terapéutico. El hacer muchas preguntas y repetirlas con cada persona de la
familia, es para dar a todos los presentes una perspectiva nueva que quizá les amplíe
su percepción acerca de la forma en que habla, ve o vio las cosas.
Conocer el punto de vista de todos los
miembros de la familia es muy valioso ya que así se le da a cada uno la
importancia que se merece. De esa forma se conoce más a la familia y se quita
el foco de atención hacia el paciente identificado, así cada miembro tiene la
oportunidad de identificar por sí mismo cual es el área problemática. Algo no
menos trascendental es que para que disminuya el miedo de ser acusados, el
terapeuta denote perplejidad y buenas intenciones.
Los miembros de la familia inician la
psicoterapia con gran desesperanza, la estructura que el terapeuta da a las
sesiones ayuda a estimular la esperanza. Esto lo puede hacer al inicio de la
terapia, preguntando acerca de cómo se conoció la pareja, ya que ello hace que
recuerden momentos felices y a su vez piensen que pueden volver a serlo, esto
tiene una especie de efecto dominó, porque se les pregunta a los hijos si
sabían esto, con la finalidad de que se enteren de que en algún momento de su
vida sus padres fueron felices y pueden volver a serlo.
Asimismo, aprendí de la autora que investigar
la cronología de la vida familiar es una
manera efectiva y no amenazadora de
desviar la atención del miembro “enfermo” o “malo” a la relación conyugal y de
esa forma también se obtiene los primeros indicios respecto a cuan disfuncional
es la relación conyugal. En ese sentido es útil desenredar el pasado para
corregir las distorsiones del presente.
Hablar en general de la familia impide que
un miembro específico se sienta responsable de la infelicidad de la familia,
además acentuar la idea de que la felicidad es el objetivo de la psicoterapia,
esto hace que el miedo disminuya y aumente la esperanza.
Por último, el terapeuta sirve de modelo a
través de la forma en que verifica la información, corrige las técnicas de
comunicación, hace preguntas y estimula respuestas que le permiten iniciar el
tan necesario proceso de cambio.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Satir,
V (1983). Psicoterapia Familiar Conjunta.
México: Talleres Gráficos Victoria
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