miércoles, 15 de marzo de 2017

PERDER TAMBIÉN ES UNA VENTAJA: MANEJO DEL PODER Y LOS CONTENIDOS EN TERAPIA A LA LUZ DE OLGA SILVERSTEIN

PERDER TAMBIÉN ES UNA VENTAJA: MANEJO DEL PODER Y LOS CONTENIDOS EN TERAPIA  A LA LUZ DE OLGA SILVERSTEIN
Por: MSc. Ignacio Liévana Inchauste
“La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva.
En cambio,  la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva.”
José Saramago
Muchas personas se preguntarán, ¿qué tiene que ver la política con ir al consultorio de un psicoterapeuta? Y probablemente uno puede imaginarse el consultorio como un espacio libre de colores políticos, las ideologías políticas y los diferentes bandos que se van armando en nuestra sociedad. Naturalmente estos aspectos no tienen que nada que ver con el proceso terapéutico, y dentro del consultorio sería un error que nuestro trabajo como terapeutas se vea sesgado por éstos, ya que estaríamos tomando una posición y nos convertiríamos en jueces, algo muy perjudicial y que de ninguna forma permite iniciar un proceso de psicoterapia.
Sin embargo en la consulta recibimos personas, parejas y familias, y al ser seres humanos, recibimos a seres sociales en esencia, y por lo tanto donde haya una organización de dos o más personas  la política está presente, una familia no es la excepción. Es decir, la política surge de la necesidad de organizarse para logra una mejor vida, entre las familias, y así mismo entre sus miembros, para cumplir objetivos en común y generar el bienestar de sus miembros, esto a nivel macro y también a nivel micro, así surge el poder y el liderazgo por ejemplo, cuestiones que pueden haber sido confundidas con un origen menos positivo para todos, pero que sin embargo encontramos la utilidad de la política por estos beneficios.
De esta manera, es importante considerar la organización de la familia cuando estamos frente ella en terapia, la escuela estructuralista de Minuchin dentro de la psicología sistémica ha explotado este aspecto de manera admirable. Comprender jerarquías, roles, relaciones dentro de un sistema familiar es indispensable para aplicar psicología sistémica, es decir, mirar de manera minuciosa la política de la familia.
Por otro lado, las personas que acuden a psicoterapia vienen lógicamente con un problema, y si viene más de una persona vienen con diferentes interpretaciones sobre el problema, diferentes explicaciones racionales y lógicas, y con diferentes preocupaciones  sobre aquello que les afecta a nivel emocional. Cuando uno pregunta qué hace que ocurra este problema, obtiene diferentes interpretaciones de cada uno de los miembros. A esto llamamos la dimensión semántica, es decir el contenido o significado que le atribuimos a algo.
Entonces ¿Será que todo aquello de lo que se habla en terapia pertenece a la misma categoría? ¿Todas las intervenciones en el plano terapéutico apuntarán a un mismo marco de referencia? Un psicoterapeuta sin formación podría cometer el error de creer que así es, incluso puede cometer el error de enredarse en un mar infinito y descontrolado, que puede ocasionar un ahogamiento en el terapeuta y en sus pacientes.  Silverstein plantea que este es un error en las primeras intervenciones. 
Olga Silverstein aborda estos aspectos y realiza una interesante diferenciación entre estos dos aspectos (político y semántico), proponiendo una admirable propuesta terapéutica para aplicar en la actividad psicoterapéutica. De esta manera cuando uno está trabajando con la persona que sufre, debe diferenciar si sus intervenciones son dirigidas al nivel político o al nivel semántico del fenómeno. Se definió como marco de referencia semántico como un espacio de carácter descriptivo de la situación que se dedica de manera primordial a la construcción de significado, es decir, qué es para la persona el problema o el síntoma, y qué significa la conducta problema para la persona, e incluso pueden aplicarse marcos semánticos acerca de la política, por ejemplo que significa para la persona la relación entre un miembro y otro.
Por otro lado, el marco de referencia político buscará entender y precisar la organización social del sistema frente a la conducta problema, y adentrar en aspectos comportamentales de los miembros referidos a temas como quién hace qué, a quién, cuándo y cómo lo hace. De esta manera, dichas preguntas buscan encontrar referentes en relación a la organización de la familia, buscando entender la concepción de la organización de manera secuencial sobre el problema, discernir la secuencia e incluso la relación de la conducta problema con la resolución del problema. Asimismo podemos notar marcos de referencia políticos como triangulaciones, relaciones simétricas y complementarias, entre otros. Ambos marcos de referencia, político y semántico son de igual importancia, y si bien son distintos tienen una conexión mutua, que permite fluir en terapia. Por ejemplo, cómo el síntoma que brinda una “solución” para la familia provoca un cambio político, este cambio político puede llevar a crear distintos significados sobre éste y que a su vez crea y propone otras nuevas pautas políticas distintas.
De manera muy creativa y didáctica, Silverstein instaló en el consultorio para la formación de terapeutas focos de dos colores (rojo y verde) para diferenciar si las intervenciones que se estaban haciendo eran a nivel semántico o a nivel político. De esta manera cuando el terapeuta realizaba una intervención se encendía uno de ambos focos, y también servía con la finalidad de guiar al terapeuta para que pueda seguir realizando intervenciones en un marco de referencia, ya sea político o semántico.
La ubicación de estos dos niveles de intervención como marcos de referencia en la terapia, nos permite entender que no todas las intervenciones que se realizan apuntan a una misma categoría. Tener estos dos tipos de categorías a la hora de trabajar con los pacientes ayuda a no descuidar aspectos que pueden ayudarnos a crear una realidad sistémica diferente.
Como menciona Keeney (1986) en el libro “La voz terapéutica de Olga Silverstein”, base para el presente ensayo, “Todo el arte de esta terapia reside en utilizar los marcos semánticos y políticos como elementos básicos para la construcción de realidades alternativas que conduzcan a un cambio más adaptativo” es así que es posible construir nuevas realidades, en primera instancia trabajando con aquellos aspectos políticos y semánticos que comparten los pacientes con nosotros, y posteriormente reorganizar estos aspectos de manera diferente con el objetivo de que se tenga como resultado un cambio en ambos aspectos, facilitando que la familia pueda construir nuevos aspectos políticos y semánticos respecto a su realidad.
Es por esto que considero al terapeuta como un facilitador que ayuda a construir nuevas realidades en las familias. Como menciona Silverstein, el objetivo de una terapia sistémica vendría a ser la búsqueda de un cambio, en relación a la coreografía social de la familia, con la finalidad de encontrar una realidad más adaptativa en la organización y en el significado, política y semántica respectivamente. Y es importante hacer en énfasis en el cambio en ambos aspectos, no solamente en uno, pues la terapia sería incompleta, no cambiar la organización hace que se sostenga el problema, y no cambiar el significado del problema hace que la responsabilidad del problema siga recayendo sobre un solo miembro del sistema.
Dicho objetivo de la terapia sistémica, puede ser posible gracias a la perspectiva de la que goza un terapeuta, ya que resulta posible que se puedan percibir los aspectos políticos y semánticos por la posición privilegiada en la cual se ubica el terapeuta, como alguien externo al sistema, y que puede construir una nueva concepción acerca de las pistas que conectan el síntoma de una persona con los comportamientos de los demás miembros. A partir de dicha posición privilegiada que brinda una perspectiva diferente (incluso Keeney menciona una posición superior a los pacientes), es posible diseñar las intervenciones de manera que pueda generar un cambio y construir una nueva realidad.
De esta manera para poder construir nuevas realidad, primero es necesario empaparse de la realidad de la familia, sin embargo la forma en la que nos empapamos de ella es importante, no es lo mismo sumergirse solamente en el nivel semántico que sumergirse en ambos niveles. Por lo tanto, si obviamos alguno de estos niveles debemos ser conscientes de la insuficiencia de nuestras intervenciones. 
Si queremos aplicar este modelo debemos comprender que vamos a recibir personas que están sufriendo, que están en crisis, y que a éstas no les va interesar a qué nivel están hablando o interviniendo en ellas, ya sea con los significados o con la organización, lo que a estas personas les va interesar es salir de esa crisis. Por lo tanto quienes deben realizar el trabajo diferenciando sus intervenciones son los terapeutas. En un principio la familia va a presentar la demanda con la que viene, es como alguien que quiere que apaguen un incendio, primero va esperar que su casa deje de arder para luego reflexionar sobre qué ocasionó el fuego, por lo tanto el aspecto semántico y el político no surgen de entrada, primero lo mejor será calmar la crisis en caso que haya algo urgente, donde ya podremos ir visualizando aspectos semánticos y políticos, y tener la objetividad para identificar aquellos aspectos en situaciones tan apremiantes.
Responder a la demanda con urgencia (que corra en riesgo una vida, contención, etc.) para posteriormente abordar la política reestructurarla y asimismo trabajar lo semántico. Si seguimos con ejemplos referidos a temperatura, es como cuando el agua hierve y la caldera empieza a sonar de manera ensordecedora, lo primero que haces es retirarla de la hornilla pero el agua sigue caliente. Y trabajar con el agua caliente, duele pero poco a poco toma una temperatura agradable, llegando a una ilusión de homeostasis como agua agradablemente tibia, pero luego se enfría, por eso una sensación que no es eterna, así como no lo es un problema, o una organización en la familia. La familia, así como las personas, va cambiando, no son estables.
Para poder identificar aspectos a nivel político, se debe intentar entender la política de la familia, y me refiero con esto a entender el manejo del poder que hay en el sistema. Estos aspectos pueden identificarse observando cómo se toman las decisiones, quién lo hace. También pueden evaluarse las responsabilidades de los miembros y las facilidades con las que cuentan (libertad, sometimiento, coerción, democracia, entre otros).
Por otro lado con relación al síntoma Silverstein sugiere contemplar a cada miembro de la familia ante el problema presentado, es decir analizar en su relato, aquellas ventajas y desventajas que supone a cada miembro el problema presentado. A esto se llama la hipótesis política general, es importante identificar ambos aspectos. Es imposible que un terapeuta con visión sistémica no identifique tanto desventajas como ventajas de un problema. Asimismo será importante preguntar a los miembros sobre esto, con dos objetivos, uno es conocer el provecho y el daño que ocasiona la problemática, y en segundo lugar es crear la posibilidad de que los miembros puedan tener otra posición frente al problema, viendo las consecuencias positivas para sí.
Además que es importante tanto entender el poder dentro la familia, como establecer una relación de poder con la familia. Sólo de esta manera el terapeuta podrá facilitar un cambio, de otra forma no será posible. Así como sería contraproducente aliarse con algunos miembros y ponerse en contra de otro, ya que la tomar una posición parcial, el terapeuta estaría siendo sometido al poder de los miembros de la familia, algo que no puede ocurrir en un diálogo con finalidad terapéutica. Igualmente es de mucha importancia conocer nuestras resonancias a nivel político, sólo así podremos entender el funcionamiento político de la familia, y no hacerlo desde nuestra propia visión de política sesgada por nuestra experiencia, por esto es importante identificar nuestras resonancias para canalizarlas e identificarlas el momento de analizar, e intentar vaciarnos de éstas para no buscar adaptar a la familia a un molde propio, sino por el contrario adaptarnos nosotros a su realidad primero.
Hay mucho que explorar en terapia en estos dos aspectos, lo importante es primero poder identificarlos. Considero que Silverstein ha logrado a partir de esto condensar conocimientos propios de la escuela estructuralista con el marco de referencia político y con conocimientos de la escuela estratégica, e incluso la escuela humanista gestáltica al centrarse en el significado para la persona del problema, eso promueve la singularidad de cada miembro de la familia en la terapia, y a su vez le da un lugar con relación a lo que piensa y siente.
Muchas veces puede ocurrir que la nos enfocamos en una sola persona o que nuestras preguntas se relacionan solamente con el sentir de las personas, eso lo que provoca es dar círculos viciosos, ya que no ordena. Por lo tanto, la utilidad de considerar a la política dentro de un espacio terapéutico, nos brinda la principal herramienta del orden, nos permite organizar. Hablando metafóricamente considero la semántica como la tierra, donde se va a sembrar, y está llena de vitaminas, es variada y no tiene una forma específica, y la política vendría a ser el tractor que ordena ese arado y determina donde exactamente va ir la semilla para después recubrirla con más tierra. La semilla serían los pacientes, y para darle un cierre a esta metáfora diría que el agua son las lágrimas de ellos mismos, que al hacer catarsis hacen que crezcan, y que haya frutos.
Olga Silverstein adopta una visión constructivista de la terapia familiar. Es por este motivo que ella propone que es importante que el terapeuta y la familia estén unidos, es decir tengan una buena relación de confianza y apertura, ya que ello genera que sea posible una nueva construcción de la realidad. Los marcos de referencia semánticos y políticos son re-encuadrados se utilizan para favorecer este proceso, es decir son una herramienta muy útil.
Algo muy interesante e importante es invitar a la familia a participar de esta nueva realidad, sino sería como construir una casa que queda deshabitada, porque todos prefieren la vieja casa donde todos estaban incómodos pero acostumbrados a eso. Los miembros deben lograr ubicarse en una posición diferente, Silverstein llama a este nuevo orden un orden superior. Lograr que la familia se ubique y adapte a este orden superior, lo que hace es permitir manejar de manera más adaptativa las conductas problemáticas actuales, y de igual forma con otras que surjan en el futuro, con más eficacia.
Keeney menciona esto de manera clara afirmando que cuando el terapeuta y el sistema familiar han logrado tejer dicha realidad de manera compacta, ya se puede “dar de alta” a la familia. Y afirma “si en el futuro ésta (la familia) acudiera nuevamente al terapeuta por algún otro problema (marco semántico), el terapeuta retomaría la realidad terapéutica construida originalmente y le incorporaría un nuevo encuadre de la familia. Considero importante mencionar esto ya que nos da luces sobre lo importante que es construir una nueva realidad en la familia, y que debe ser de manera paciente, ya que ese trabajo no está siendo solamente para trabajar la problemática, sino que es un trabajo que perduraría en el tiempo, justamente con una construcción sólida, debe ser en buenos cimientos. Estas construcciones que resultan del proceso terapéutico pasan a formar parte de la nueva realidad de la familia, y facilita trabajar futuros problemas del marco de referencia semántico.
Olga Silverstein cuida de manera minuciosa el foco dentro de la terapia, y durante ésta lo que busca es distinguir ciertos tópicos centrales. Para ello lo que hace es armar una jerarquía de datos que son producto de la interacción de la familia. Este hecho permite que se organice con menor dificultad las prioridades a trabajar por medio de los marcos de referencia político y semántico.
Para poder responder de manera más efectiva a dichas prioridades, a lo largo del proceso terapéutica se enfatizan de forma meticulosa aquellos datos que tienden a confirmar las hipótesis compartidas con los miembros de la familia. Por ende es preciso desatender otros datos que no aportarían a esta nueva dialéctica propuesta, y que lo único que haría es confundir y retrasar el proceso. Además considero que ayuda a que la familia trabaje en conjunto con el terapeuta, en búsqueda de confirmar o descartar las hipótesis, proponer ideas y debatir acerca de estas con los hechos.
Finalmente es importante mencionar que a la luz del estilo constructivista, Olga Silverstein y Bradford Keeney mencionan que los cambios que se generan incluyen al equipo terapéutico, porque no está libre de afectarse y de empaparse de la nueva realidad construida.  Y de manera muy interesante, sostienen que este tipo de abordaje propone una diferente comprensión epistemológica de lo que vemos como problemas o soluciones, por esto considero coherente poder sostener que perder, bajo esta visión también puede tener su ventaja, incluso puede hacer ganar algo que ni siquiera había estado dentro del juego pero que afecta de manera considerable a todos los participantes.
Comprender que perder también es una ventaja, sólo puede ser posible si cambiamos la perspectiva de las cosas, y creemos en que cada ser humano tiene la capacidad de cambiar y de valerse por sí mismo. Sería un error victimizar en la terapia, y dejarse llevar por el discurso de uno de los miembros del sistema. O ver que existen perdedores absolutos y ganadores absolutos, en esta perspectiva el número uno no existe, sólo existe ganadores y perdedores en diversos temas y percepciones. 
Asimismo un terapeuta sistémico no ve problemas reales, sino que lo que ve es que hay problemas que han sido construidos (con la finalidad de proteger, de reaccionar, de llamar la atención, o de afectar el orden) y que lograron provocar consecuencias que también son construidas. Por si no fuera suficiente,  la solución del problema de igual forma es una construcción. Por lo tanto no hay algo que no pueda cambiar, o que simplemente “sea así”, el mensaje principal sería, otra realidad es posible. Además tener una visión sistémica nos permite reciclar todas aquellas ideas valiosas que brinda la familia, y proponer e intervenir no desde una visión parcial, sino global. Y este viene a ser nuestro rol como terapeutas, un rol bastante lejano a un rol médico, nuestra labor no se trata de “curar una enfermedad”, sino que somos constructores de nuevas realidades para las personas, a través del diálogo y nos valemos de todas las herramientas que las palabras nos brindan, algo muy lejano a curar u ofrecer medicamentos.
Qué útil puede ser el aporte de esta importante autora, no solamente para el espacio terapéutico, sino para otros espacios donde también hay sistemas, ya que comprender que no hay ganadores ni perdedores absolutos, y que de alguna forma las ventajas y desventajas de cada miembro frente a un problema presentado son evidentes, hace que se puedan solucionar problemas diferentes. Sería por demás interesante aplicar esto a nivel social, nos permitiría primero comprender la realidad social desde un  punto de vista distinto y por otro lado proponer la construcción de otra realidad donde todos tengan un lugar y puedan ser. La psicología sistémica tiene mucho que aportar a la sociedad, y las políticas sociales no son una excepción.
Referencias bibliográficas:

Keeney, B. P. (1988). La Voz Terapéutica De Olga Silverstein (1a. ed., 1a. reimp.). Buenos Aires: Paidos Saicf.

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