PERDER TAMBIÉN ES UNA VENTAJA: MANEJO DEL PODER Y LOS
CONTENIDOS EN TERAPIA A LA LUZ DE OLGA
SILVERSTEIN
Por: MSc. Ignacio Liévana Inchauste
“La derrota tiene algo positivo: nunca es
definitiva.
En cambio, la
victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva.”
José Saramago
Muchas
personas se preguntarán, ¿qué tiene que ver la política con ir al consultorio
de un psicoterapeuta? Y probablemente uno puede imaginarse el consultorio como
un espacio libre de colores políticos, las ideologías políticas y los
diferentes bandos que se van armando en nuestra sociedad. Naturalmente estos
aspectos no tienen que nada que ver con el proceso terapéutico, y dentro del
consultorio sería un error que nuestro trabajo como terapeutas se vea sesgado
por éstos, ya que estaríamos tomando una posición y nos convertiríamos en
jueces, algo muy perjudicial y que de ninguna forma permite iniciar un proceso
de psicoterapia.
Sin
embargo en la consulta recibimos personas, parejas y familias, y al ser seres
humanos, recibimos a seres sociales en esencia, y por lo tanto donde haya una
organización de dos o más personas la
política está presente, una familia no es la excepción. Es decir, la política
surge de la necesidad de organizarse para logra una mejor vida, entre las
familias, y así mismo entre sus miembros, para cumplir objetivos en común y
generar el bienestar de sus miembros, esto a nivel macro y también a nivel
micro, así surge el poder y el liderazgo por ejemplo, cuestiones que pueden
haber sido confundidas con un origen menos positivo para todos, pero que sin
embargo encontramos la utilidad de la política por estos beneficios.
De
esta manera, es importante considerar la organización de la familia cuando
estamos frente ella en terapia, la escuela estructuralista de Minuchin dentro
de la psicología sistémica ha explotado este aspecto de manera admirable.
Comprender jerarquías, roles, relaciones dentro de un sistema familiar es
indispensable para aplicar psicología sistémica, es decir, mirar de manera
minuciosa la política de la familia.
Por
otro lado, las personas que acuden a psicoterapia vienen lógicamente con un
problema, y si viene más de una persona vienen con diferentes interpretaciones
sobre el problema, diferentes explicaciones racionales y lógicas, y con
diferentes preocupaciones sobre aquello
que les afecta a nivel emocional. Cuando uno pregunta qué hace que ocurra este
problema, obtiene diferentes interpretaciones de cada uno de los miembros. A
esto llamamos la dimensión semántica, es decir el contenido o significado que
le atribuimos a algo.
Entonces
¿Será que todo aquello de lo que se habla en terapia pertenece a la misma
categoría? ¿Todas las intervenciones en el plano terapéutico apuntarán a un
mismo marco de referencia? Un psicoterapeuta sin formación podría cometer el
error de creer que así es, incluso puede cometer el error de enredarse en un
mar infinito y descontrolado, que puede ocasionar un ahogamiento en el
terapeuta y en sus pacientes.
Silverstein plantea que este es un error en las primeras intervenciones.
Olga
Silverstein aborda estos aspectos y realiza una interesante diferenciación
entre estos dos aspectos (político y semántico), proponiendo una admirable propuesta
terapéutica para aplicar en la actividad psicoterapéutica. De esta manera
cuando uno está trabajando con la persona que sufre, debe diferenciar si sus
intervenciones son dirigidas al nivel político o al nivel semántico del
fenómeno. Se definió como marco de referencia semántico como un espacio de
carácter descriptivo de la situación que se dedica de manera primordial a la
construcción de significado, es decir, qué es para la persona el problema o el
síntoma, y qué significa la conducta problema para la persona, e incluso pueden
aplicarse marcos semánticos acerca de la política, por ejemplo que significa
para la persona la relación entre un miembro y otro.
Por
otro lado, el marco de referencia político buscará entender y precisar la
organización social del sistema frente a la conducta problema, y adentrar en
aspectos comportamentales de los miembros referidos a temas como quién hace
qué, a quién, cuándo y cómo lo hace. De esta manera, dichas preguntas buscan
encontrar referentes en relación a la organización de la familia, buscando
entender la concepción de la organización de manera secuencial sobre el
problema, discernir la secuencia e incluso la relación de la conducta problema
con la resolución del problema. Asimismo podemos notar marcos de referencia
políticos como triangulaciones, relaciones simétricas y complementarias, entre
otros. Ambos marcos de referencia, político y semántico son de igual
importancia, y si bien son distintos tienen una conexión mutua, que permite
fluir en terapia. Por ejemplo, cómo el síntoma que brinda una “solución” para
la familia provoca un cambio político, este cambio político puede llevar a
crear distintos significados sobre éste y que a su vez crea y propone otras
nuevas pautas políticas distintas.
De
manera muy creativa y didáctica, Silverstein instaló en el consultorio para la
formación de terapeutas focos de dos colores (rojo y verde) para diferenciar si
las intervenciones que se estaban haciendo eran a nivel semántico o a nivel
político. De esta manera cuando el terapeuta realizaba una intervención se
encendía uno de ambos focos, y también servía con la finalidad de guiar al
terapeuta para que pueda seguir realizando intervenciones en un marco de
referencia, ya sea político o semántico.
La
ubicación de estos dos niveles de intervención como marcos de referencia en la
terapia, nos permite entender que no todas las intervenciones que se realizan
apuntan a una misma categoría. Tener estos dos tipos de categorías a la hora de
trabajar con los pacientes ayuda a no descuidar aspectos que pueden ayudarnos a
crear una realidad sistémica diferente.
Como
menciona Keeney (1986) en el libro “La voz terapéutica de Olga Silverstein”,
base para el presente ensayo, “Todo el
arte de esta terapia reside en utilizar los marcos semánticos y políticos como
elementos básicos para la construcción de realidades alternativas que conduzcan
a un cambio más adaptativo” es así que es posible construir nuevas
realidades, en primera instancia trabajando con aquellos aspectos políticos y
semánticos que comparten los pacientes con nosotros, y posteriormente
reorganizar estos aspectos de manera diferente con el objetivo de que se tenga
como resultado un cambio en ambos aspectos, facilitando que la familia pueda
construir nuevos aspectos políticos y semánticos respecto a su realidad.
Es
por esto que considero al terapeuta como un facilitador que ayuda a construir
nuevas realidades en las familias. Como menciona Silverstein, el objetivo de
una terapia sistémica vendría a ser la búsqueda de un cambio, en relación a la coreografía social de la familia, con la
finalidad de encontrar una realidad más adaptativa en la organización y en el
significado, política y semántica respectivamente. Y es importante hacer en
énfasis en el cambio en ambos aspectos, no solamente en uno, pues la terapia
sería incompleta, no cambiar la organización hace que se sostenga el problema,
y no cambiar el significado del problema hace que la responsabilidad del
problema siga recayendo sobre un solo miembro del sistema.
Dicho
objetivo de la terapia sistémica, puede ser posible gracias a la perspectiva de
la que goza un terapeuta, ya que resulta posible que se puedan percibir los
aspectos políticos y semánticos por la posición privilegiada en la cual se
ubica el terapeuta, como alguien externo al sistema, y que puede construir una
nueva concepción acerca de las pistas que conectan el síntoma de una persona
con los comportamientos de los demás miembros. A partir de dicha posición
privilegiada que brinda una perspectiva diferente (incluso Keeney menciona una
posición superior a los pacientes), es posible diseñar las intervenciones de
manera que pueda generar un cambio y construir una nueva realidad.
De
esta manera para poder construir nuevas realidad, primero es necesario
empaparse de la realidad de la familia, sin embargo la forma en la que nos
empapamos de ella es importante, no es lo mismo sumergirse solamente en el
nivel semántico que sumergirse en ambos niveles. Por lo tanto, si obviamos
alguno de estos niveles debemos ser conscientes de la insuficiencia de nuestras
intervenciones.
Si
queremos aplicar este modelo debemos comprender que vamos a recibir personas
que están sufriendo, que están en crisis, y que a éstas no les va interesar a
qué nivel están hablando o interviniendo en ellas, ya sea con los significados
o con la organización, lo que a estas personas les va interesar es salir de esa
crisis. Por lo tanto quienes deben realizar el trabajo diferenciando sus
intervenciones son los terapeutas. En un principio la familia va a presentar la
demanda con la que viene, es como alguien que quiere que apaguen un incendio,
primero va esperar que su casa deje de arder para luego reflexionar sobre qué
ocasionó el fuego, por lo tanto el aspecto semántico y el político no surgen de
entrada, primero lo mejor será calmar la crisis en caso que haya algo urgente,
donde ya podremos ir visualizando aspectos semánticos y políticos, y tener la
objetividad para identificar aquellos aspectos en situaciones tan apremiantes.
Responder
a la demanda con urgencia (que corra en riesgo una vida, contención, etc.) para
posteriormente abordar la política reestructurarla y asimismo trabajar lo
semántico. Si seguimos con ejemplos referidos a temperatura, es como cuando el
agua hierve y la caldera empieza a sonar de manera ensordecedora, lo primero
que haces es retirarla de la hornilla pero el agua sigue caliente. Y trabajar
con el agua caliente, duele pero poco a poco toma una temperatura agradable,
llegando a una ilusión de homeostasis como agua agradablemente tibia, pero
luego se enfría, por eso una sensación que no es eterna, así como no lo es un
problema, o una organización en la familia. La familia, así como las personas,
va cambiando, no son estables.
Para
poder identificar aspectos a nivel político, se debe intentar entender la
política de la familia, y me refiero con esto a entender el manejo del poder
que hay en el sistema. Estos aspectos pueden identificarse observando cómo se
toman las decisiones, quién lo hace. También pueden evaluarse las
responsabilidades de los miembros y las facilidades con las que cuentan
(libertad, sometimiento, coerción, democracia, entre otros).
Por
otro lado con relación al síntoma Silverstein sugiere contemplar a cada miembro
de la familia ante el problema presentado, es decir analizar en su relato,
aquellas ventajas y desventajas que supone a cada miembro el problema
presentado. A esto se llama la hipótesis
política general, es importante identificar ambos aspectos. Es imposible
que un terapeuta con visión sistémica no identifique tanto desventajas como
ventajas de un problema. Asimismo será importante preguntar a los miembros
sobre esto, con dos objetivos, uno es conocer el provecho y el daño que ocasiona
la problemática, y en segundo lugar es crear la posibilidad de que los miembros
puedan tener otra posición frente al problema, viendo las consecuencias
positivas para sí.
Además
que es importante tanto entender el poder dentro la familia, como establecer
una relación de poder con la familia. Sólo de esta manera el terapeuta podrá
facilitar un cambio, de otra forma no será posible. Así como sería
contraproducente aliarse con algunos miembros y ponerse en contra de otro, ya
que la tomar una posición parcial, el terapeuta estaría siendo sometido al
poder de los miembros de la familia, algo que no puede ocurrir en un diálogo
con finalidad terapéutica. Igualmente es de mucha importancia conocer nuestras
resonancias a nivel político, sólo así podremos entender el funcionamiento
político de la familia, y no hacerlo desde nuestra propia visión de política
sesgada por nuestra experiencia, por esto es importante identificar nuestras
resonancias para canalizarlas e identificarlas el momento de analizar, e
intentar vaciarnos de éstas para no buscar adaptar a la familia a un molde
propio, sino por el contrario adaptarnos nosotros a su realidad primero.
Hay
mucho que explorar en terapia en estos dos aspectos, lo importante es primero
poder identificarlos. Considero que Silverstein ha logrado a partir de esto
condensar conocimientos propios de la escuela estructuralista con el marco de
referencia político y con conocimientos de la escuela estratégica, e incluso la
escuela humanista gestáltica al centrarse en el significado para la persona del
problema, eso promueve la singularidad de cada miembro de la familia en la
terapia, y a su vez le da un lugar con relación a lo que piensa y siente.
Muchas
veces puede ocurrir que la nos enfocamos en una sola persona o que nuestras
preguntas se relacionan solamente con el sentir de las personas, eso lo que
provoca es dar círculos viciosos, ya que no ordena. Por lo tanto, la utilidad
de considerar a la política dentro de un espacio terapéutico, nos brinda la
principal herramienta del orden, nos permite organizar. Hablando
metafóricamente considero la semántica como la tierra, donde se va a sembrar, y
está llena de vitaminas, es variada y no tiene una forma específica, y la
política vendría a ser el tractor que ordena ese arado y determina donde
exactamente va ir la semilla para después recubrirla con más tierra. La semilla
serían los pacientes, y para darle un cierre a esta metáfora diría que el agua
son las lágrimas de ellos mismos, que al hacer catarsis hacen que crezcan, y
que haya frutos.
Olga
Silverstein adopta una visión constructivista de la terapia familiar. Es por
este motivo que ella propone que es importante que el terapeuta y la familia
estén unidos, es decir tengan una buena relación de confianza y apertura, ya
que ello genera que sea posible una nueva construcción de la realidad. Los
marcos de referencia semánticos y políticos son re-encuadrados se utilizan para
favorecer este proceso, es decir son una herramienta muy útil.
Algo
muy interesante e importante es invitar a la familia a participar de esta nueva
realidad, sino sería como construir una casa que queda deshabitada, porque
todos prefieren la vieja casa donde todos estaban incómodos pero acostumbrados
a eso. Los miembros deben lograr ubicarse en una posición diferente, Silverstein
llama a este nuevo orden un orden
superior. Lograr que la familia se ubique y adapte a este orden superior,
lo que hace es permitir manejar de manera más adaptativa las conductas
problemáticas actuales, y de igual forma con otras que surjan en el futuro, con
más eficacia.
Keeney
menciona esto de manera clara afirmando que cuando el terapeuta y el sistema
familiar han logrado tejer dicha realidad de manera compacta, ya se puede “dar
de alta” a la familia. Y afirma “si en el
futuro ésta (la familia) acudiera
nuevamente al terapeuta por algún otro problema (marco semántico), el terapeuta
retomaría la realidad terapéutica construida originalmente y le incorporaría un
nuevo encuadre de la familia. Considero importante mencionar esto ya que
nos da luces sobre lo importante que es construir una nueva realidad en la
familia, y que debe ser de manera paciente, ya que ese trabajo no está siendo
solamente para trabajar la problemática, sino que es un trabajo que perduraría
en el tiempo, justamente con una construcción sólida, debe ser en buenos
cimientos. Estas construcciones que resultan del proceso terapéutico pasan a
formar parte de la nueva realidad de la familia, y facilita trabajar futuros
problemas del marco de referencia semántico.
Olga
Silverstein cuida de manera minuciosa el foco dentro de la terapia, y durante
ésta lo que busca es distinguir ciertos tópicos centrales. Para ello lo que
hace es armar una jerarquía de datos que son producto de la interacción de la
familia. Este hecho permite que se organice con menor dificultad las
prioridades a trabajar por medio de los marcos de referencia político y
semántico.
Para
poder responder de manera más efectiva a dichas prioridades, a lo largo del
proceso terapéutica se enfatizan de forma meticulosa aquellos datos que tienden
a confirmar las hipótesis compartidas con los miembros de la familia. Por ende
es preciso desatender otros datos que no aportarían a esta nueva dialéctica
propuesta, y que lo único que haría es confundir y retrasar el proceso. Además
considero que ayuda a que la familia trabaje en conjunto con el terapeuta, en
búsqueda de confirmar o descartar las hipótesis, proponer ideas y debatir
acerca de estas con los hechos.
Finalmente
es importante mencionar que a la luz del estilo constructivista, Olga Silverstein
y Bradford Keeney mencionan que los cambios que se generan incluyen al equipo
terapéutico, porque no está libre de afectarse y de empaparse de la nueva
realidad construida. Y de manera muy
interesante, sostienen que este tipo de abordaje propone una diferente
comprensión epistemológica de lo que vemos como problemas o soluciones, por
esto considero coherente poder sostener que perder, bajo esta visión también
puede tener su ventaja, incluso puede hacer ganar algo que ni siquiera había
estado dentro del juego pero que afecta de manera considerable a todos los
participantes.
Comprender
que perder también es una ventaja, sólo puede ser posible si cambiamos la
perspectiva de las cosas, y creemos en que cada ser humano tiene la capacidad
de cambiar y de valerse por sí mismo. Sería un error victimizar en la terapia,
y dejarse llevar por el discurso de uno de los miembros del sistema. O ver que
existen perdedores absolutos y ganadores absolutos, en esta perspectiva el
número uno no existe, sólo existe ganadores y perdedores en diversos temas y
percepciones.
Asimismo
un terapeuta sistémico no ve problemas reales, sino que lo que ve es que hay
problemas que han sido construidos (con la finalidad de proteger, de
reaccionar, de llamar la atención, o de afectar el orden) y que lograron
provocar consecuencias que también son construidas. Por si no fuera suficiente,
la solución del problema de igual forma es
una construcción. Por lo tanto no hay algo que no pueda cambiar, o que
simplemente “sea así”, el mensaje principal sería, otra realidad es posible. Además
tener una visión sistémica nos permite reciclar todas aquellas ideas valiosas
que brinda la familia, y proponer e intervenir no desde una visión parcial,
sino global. Y este viene a ser nuestro rol como terapeutas, un rol bastante
lejano a un rol médico, nuestra labor no se trata de “curar una enfermedad”,
sino que somos constructores de nuevas realidades para las personas, a través
del diálogo y nos valemos de todas las herramientas que las palabras nos brindan,
algo muy lejano a curar u ofrecer medicamentos.
Qué
útil puede ser el aporte de esta importante autora, no solamente para el
espacio terapéutico, sino para otros espacios donde también hay sistemas, ya
que comprender que no hay ganadores ni perdedores absolutos, y que de alguna
forma las ventajas y desventajas de cada miembro frente a un problema
presentado son evidentes, hace que se puedan solucionar problemas diferentes.
Sería por demás interesante aplicar esto a nivel social, nos permitiría primero
comprender la realidad social desde un
punto de vista distinto y por otro lado proponer la construcción de otra
realidad donde todos tengan un lugar y puedan ser. La psicología sistémica
tiene mucho que aportar a la sociedad, y las políticas sociales no son una
excepción.
Referencias bibliográficas:
Keeney,
B. P. (1988). La Voz Terapéutica De Olga Silverstein (1a. ed., 1a. reimp.). Buenos Aires: Paidos
Saicf.
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